26 de enero de 2007

Primer Mundo

Sigo con la idea de que el Primer Mundo no es como yo me lo imaginaba. Es cierto que aún no lo investigué ni viví demasiado, pero suponía que un País Desarrollado iba a ser distinto. Aquí se ven las mismas cosas que en Buenos Aires: hay indigentes, hay pobres, hay delincuentes, hay corrupción, hay calles rotas, las cañerías son pésimas, la televisión sorprendentemente lamentable. Es tan cosmopolita que le cuesta afianzar una identidad clara, estable, fuerte. El metro, si bien no es mejor que el subte de Bs. As., llega con una puntualidad inglesa al igual que los buses que, definitivamente, son mejores que los de la Capital Federal (iba a decir porteños, pero los de acá también lo son). Por otro lado la ciudad es notablemente limpia, nadie tira papeles en la calle y menos en el mediterráneo (ayer ví una lancha del Ayuntamiento recorriendo el puerto con un pibe con el famoso sacabichos, limpiando las tranquilas aguas del mar entre los barcos, tan impresoinantes como los de Punta del Este: en media hora sacó dos objetos blancos).
No podemos dejar de tener en cuenta que aunque no sé qué población tiene Barcelona es, como mínimo, 30 veces más chica que Buenos Aires. Eso, más conociendo el incesante turismo europeo (turistas ricos, no mochileros), es entendible que sea una ciudad rica y bien administrada.
Sin embargo, la cultura que hay acá es inimaginable. Creo que nunca voy a terminar de conocer todo, de aprender y aprehender lo que a cada cuadra te ofrece. Cultura en todas sus manifestaciones. Arte en todas sus expresiones. Un encanto cinematográfico. Uno pasa del año 1113, en la parroquia de Sant Pau -o de Santa María del Pino, del año 1300-, a los modernísimos edificios del puerto. La mirada va del Corte Inglés, a la estrambótica y excepcional casa Batló, de Gaudí, a la Catedral, o a una calle de 2 metros de ancho en donde los balcones enfrentados tienden a unirse. Es impresinante.
Cuando tenga plata les cuento de los museos.

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